infrmacion de dinosaurios

DINOSAURIOS PARA NIÑOS

El Estegosaurio que queria volar

Hace millones de años, cuando los dinosaurios caminaban por la Tierra y las aves empezaban a volar por el cielo, vivía un pequeño estegosaurio llamado Esteban.

Esteban era diferente a los demás estegosaurios. Mientras todos comían tranquilamente hojas en el bosque o jugaban en la pradera, él pasaba horas mirando el cielo.

¡Qué bonitas son las nubes! ¡Qué libres son las aves! —suspiraba Esteban—. ¡Yo también quiero volar!

Los otros dinosaurios lo miraban con curiosidad. ¿Un estegosaurio volador? ¡Qué idea tan rara! Pero Esteban soñaba con sentir el viento bajo sus patas y volar más alto que las montañas.

Un día, decidido a cumplir su sueño, fue al bosque y recolectó hojas, ramas y lianas. Con mucho esfuerzo, se construyó unas alas enormes y las ató con cuidado a sus patas delanteras.

¡Esta vez lo lograré! —gritó entusiasmado mientras subía a una colina.

Se preparó. Respiró hondo. Y con todas sus fuerzas… ¡saltó!

¡Voy a volar! ¡VOY A VOLAAAR!

Pero… ¡pum!
Las alas eran pesadas y torpes. En vez de volar, Esteban cayó rodando por la colina hasta aterrizar en el suelo con un gran golpe.

¡Ay! ¡Me he hecho daño! —lloró entre quejidos.

Por suerte, sus amigos lo oyeron y corrieron a ayudarlo: Lila la pterodáctila, Rexi el pequeño tiranosaurio, Bronto el brontosaurio y Dino el triceratops.

¡Esteban! ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? —preguntó Dino, preocupado.

Intenté volar como las aves… pero solo me caí. No quiero ser un estegosaurio tan grande y pesado. Quiero ser ligero… como tú, Lila.

Lila se acercó suavemente y le dijo:

Pero Esteban, tú eres un estegosaurio maravilloso. Tienes unas placas preciosas que te protegen del sol y del frío.

Y unas espinas en la cola que asustan hasta a los más valientes —añadió Rexi.

Y unos ojos dulces que siempre están llenos de sueños —dijo Bronto.

Y lo más importante… tienes un corazón enorme que nos hace quererte tanto —concluyó Dino.

Esteban los miró, con los ojos llenos de emoción. Por primera vez, no sintió ganas de volar. Sintió ganas de abrazarlos.

Gracias, amigos… Tenéis razón. No necesito volar para ser especial. Ya lo soy, tal como soy.

Desde ese día, Esteban dejó de mirar al cielo con tristeza y empezó a disfrutar de su vida como estegosaurio. Jugaba, reía, y a veces sí miraba las nubes… pero ya no deseaba volar, porque había aprendido a volar con el corazón.

Y así fue como Esteban entendió que aceptarse a uno mismo es el primer paso para ser feliz, y que la amistad es la fuerza más poderosa del mundo prehistórico… y del actual también.

Fin