infrmacion de dinosaurios

DINOSAURIOS PARA NIÑOS

el estegosaurio desobendiente

Hace mucho, mucho tiempo, cuando la Tierra aún era hogar de criaturas enormes y fascinantes, vivía una familia de dinosaurios muy especial: la familia Estego.

Estaba mamá Estego, sabia y cariñosa; papá Estego, fuerte y protector; y su pequeño y curioso hijo Esteguito, que adoraba correr, explorar y hacer preguntas sin parar.

Los Estegosaurios eran conocidos por sus grandes y afiladas placas en la espalda. No solo los hacían ver impresionantes, ¡también los protegían de los peligros del mundo prehistórico!

Una mañana soleada, la familia se preparaba para dar un paseo por la pradera.

Esteguito, quédate cerca de nosotros, ¿sí? —dijo mamá Estego con voz suave.

Sí, hijo, recuerda que hay muchos peligros allá afuera —agregó papá Estego con seriedad.

Pero Esteguito, lleno de energía, no podía quedarse quieto.

—¡Solo quiero explorar un poquito! ¡Prometo no ir muy lejos! —respondió mientras daba pequeños saltitos.

Sin esperar respuesta, salió corriendo entre los arbustos, riendo y agitando la cola.

¡Esteguito, vuelve aquí ahora mismo! —gritaron sus padres al unísono.

Pero el pequeño no escuchó. Corría feliz por la pradera, imaginando que era el dinosaurio más rápido del mundo. Lo que no sabía era que alguien más lo estaba observando desde la distancia…

Entre los árboles, un enorme Tiranosaurio Rex se acercaba sigilosamente. Sus ojos brillaban y sus garras dejaban huellas profundas en la tierra.

De pronto, un rugido estremeció la pradera.

¡ROOAARRR!

Esteguito se detuvo en seco. Sus ojos se agrandaron de miedo. El T-Rex comenzó a correr hacia él, y el pequeño estegosaurio salió corriendo tan rápido como pudo, con el corazón latiendo como un tambor.

¡MAMÁ! ¡PAPÁ! —gritó entre sollozos.

En un abrir y cerrar de ojos, mamá y papá Estego llegaron corriendo. Se colocaron delante de su hijo, mostrando sus enormes placas dorsales y moviendo sus colas como látigos.

¡Aléjate de nuestro hijo! —rugió papá Estego.

El T-Rex, sorprendido por la valentía de los padres y sin querer arriesgarse a una batalla, dio media vuelta y desapareció entre los árboles.

Esteguito se acercó lentamente a sus padres, con lágrimas en los ojos.

Lo siento… No debí haber corrido solo. Tenían razón… Quiero estar siempre con ustedes.

Mamá Estego le acarició la cabeza con ternura.

Lo importante es que estás bien, pequeño. Y que has aprendido algo muy valioso.

Desde aquel día, Esteguito nunca más se alejó de sus padres sin permiso. Comprendió que las reglas no eran para aburrirlo, sino para protegerlo y cuidarlo.

Y así, la familia Estego siguió paseando por la pradera, juntos y seguros, sabiendo que el amor y la obediencia son la mejor armadura contra cualquier peligro.

Fin.